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El Forjista

Biografía de Eva Perón

 

Capítulo 27 - La salud de Eva

 

 

Perón comentó que en 1949 Eva comenzó a padecer de una fuerte anemia, algunas versiones de personas cercanas indicaron que también padeció de hemorragias vaginales, pero se negaba a ser atendida, cuestión fundamental para que el cáncer desembocara en la muerte del paciente ya que su madre tuvo un problema similar en el cuello del útero del que se recuperó con el tratamiento adecuado porque comenzó a tiempo. 

El 9 de enero de 1950 sufrió un desmayo cuando se encontraba inaugurando el local del   sindicato de conductores de taxi. Se supuso que se trataba de una lipotimia como consecuencia del calor y su incansable labor, unos días después fue internada en el Instituto del Diagnóstico y se resolvió realizarle una intervención quirúrgica al detectarse apendicitis.

Los médicos le recomendaron reposo y realizarse estudios adicionales pero Eva no hizo caso, queriendo volver de inmediato a la actividad. En mayo de 1950 el Ministro de Salud, Ivanisevich, insistió en la realización de estudios y se produjo un altercado que desembocó en la renuncia del ministro.

Las jornadas de labor de Eva solían terminar a las 2 o 3 de la mañana, sin embargo en alguna ocasión se extendió hasta las 5 de la mañana. No podía parar, parecía que había echado sobre sus hombros la responsabilidad de aminorar el dolor de los humildes, era esa cruz de la que le había hablado el Papa Juan XXIII.

Perón admitió que en determinado momento podía ver a su esposa en muy pocas oportunidades: “Perdí prácticamente a mi mujer. Nos veíamos de a ratos y velozmente, como si habitáramos en dos ciudades distintas. Eva pasaba muchas noches en sus tareas y regresaba al alba. Yo, que de costumbre salía de la Residencia a las seis de la mañana, para ir a la Casa Rosada, la encontraba en la puerta, un poco cansada, pero siempre satisfecha de su fatiga. Un día le dije: -Eva, descansa. Piensa que también eres mi mujer… Ella permaneció seria: -Es verdaderamente así –respondió- que me doy verdadera cuenta de que soy tu mujer”.

Galasso realizó una magnífica investigación para desmentir de manera contundente la novela “Santa Evita” de Tomás Eloy Martínez, también utilizado en una película, en que Perón le dispara de manera brutal que no podía ser candidata a la vicepresidencia por su enfermedad diciéndole: “Vos no podés aceptar. ¿Qué pretendés si vos tenés cáncer?”.

Amparado en la ficción de una novela deja traslucir su posición antiperonista para desprestigiar a Perón mostrándolo sin sentimientos ante el dolor de su esposa.

Galasso señaló lo siguiente: “Ese invento de Tomás Eloy Martínez, como tantos otros de los cuales abusa en su novela, dejando fluir su gorilismo, no sólo es falso sino que no pudo ser posible porque ni el 22 de agosto ni tampoco el 31 Perón estaba informado de que Eva padecía cáncer”.

El Dr. Albertelli relató que el 21 de septiembre de 1951 fue convocado por el Dr. Méndez de San Martín para concurrir a la Casa Rosada, de la reunión también participó el Dr. Raúl Mendé, le comunicaron que habían logrado convencer a Eva Perón para que se atendiera con el Dr. Humberto Dionisi, profesor titular de la cátedra de ginecología de la Universidad de Córdoba.

Al realizarse el estudio quedó en claro la gravedad de la enfermedad, como Dionisi no residía en Buenos Aires recomendó que la siguiera atendiendo el Dr. Albertelli, éste le pidió a Dionisi que viajara a Buenos Aires para realizar una consulta conjunta que se efectuó el 22 de septiembre, después de lo cuál se acordó informarle al presidente.

Albertelli expuso su participación en el tratamiento de Eva en el libro “Los cien días de Eva Perón”, ahí comento como le dio la tremenda noticia a Perón: “Lamento mucho ser el vocero de noticias que le han de resultar penosas, pero me veo obligado a decir la descarnada verdad, que usted debe conocer en su carácter de esposo y Jefe de Estado, en lo referente a la salud de una persona trascendente para el país. Reflexiono un minuto antes de seguir. El caso de su señora es sumamente serio, tanto por el carácter de su enfermedad en sí como por los factores concurrentes que lo agravan respecto del pronóstico a no largo plazo. Su mujer padece un cáncer cuyo punto de partida está en el cuello del útero, tumor maligno relativamente frecuente, habitualmente agresivo, de difícil curación con los medios que tenemos hoy en día en las manos. Cuando el diagnóstico se hace temprano, existe un porcentaje de curaciones. No en este caso. La propagación del proceso es importante, lo que retacea las posibilidades favorables”
A pesar del diagnóstico grave los médicos no podían darse por vencidos y decidieron recurrir a los métodos que la ciencia permitía en esos momentos, prepararon un plan de tratamiento que consistían en la aplicación de radium para detener el crecimiento del tumor, luego de 40 días una intervención quirúrgica y posteriormente nuevamente la aplicación de radium.

Albertelli también relató la reacción de Perón al enterarse de los graves problemas de salud de su esposa: “La cara del General trasuntaba su estado de ánimo. No interrumpió mi exposición en ningún momento. Su tristeza era evidente; hasta me pareció entrever una lágrima furtiva. Un manto de plomo nos abrumaba a todos los presentes y las palabras no salían de la boca… El silencio prolongado lo interrumpió el General: -Lo que acabo de conocer, si bien lo intuía, me ha afectado profundamente. Quiero que sepan que Eva representa algo muy grande como esposa, como compañera, como amiga, como consejera y como punto de apoyo leal en la lucha en la cual estoy empeñado. No puedo juzgar la parte médica, confío en ustedes y apruebo lo que aconsejan, así que procedan”.

La biógrafa de Eva, Marysa Navarro, explicó que el sacerdote Hernán Benítez estaba presente cuando se le informó a Perón y comentó que: “Este es el mayor impacto jamás recibido por Perón”.

Se trataba de un tumor maligno en el cuello del útero que ya había invadido la vagina, trompa izquierda, ovario izquierdo, ganglios y pared pelviana, ante este panorama el diagnóstico era sumamente grave.

El 24 de septiembre Eva no pudo levantarse de la cama por lo que Perón le pidió a Benítez que contratara a uno de los mejores cirujanos de los Estados Unidos.
Mientras se desarrollaba el intento de golpe del 28 de septiembre le aplicaban radium bajo anestesia total, al público se le dijo que era un cuadro de anemia y que se le efectuaron transfusiones de sangre.

Posiblemente luego de un largo tiempo sin solución a su problema, Eva comenzara a sospechar que algo más serio podía tener, a ella se le dijo que se trataba de un fibroma y que luego de una intervención quirúrgica no la volvería a molestar.

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