El Forjista

La destrucción de la democracia en Brasil

 


Esa obra terrorífica que significó la demolición de la democracia en Brasil fue diseñada en tres actos: 1-Golpe de Estado contra Dilma Rousseff 2- Persecución, encarcelamiento y proscripción de Lula da Silva mediante la instrumentación del lawfare 3-Elección de Jair Bolsonaro.

Es indispensable mostrar todo ese mecanismo para desentrañar la madeja construida por la intervención de una gran cantidad de participantes que incluye, desde la embajada de los Estados Unidos pasando por legisladores, jueces y fiscales corruptos hasta empresarios inescrupulosos y medios de comunicación con un pasado golpista, todos amalgamados para destruir la democracia en ese país.

Puede trazarse una línea de tiempo que se inicia en el golpe de Estado contra Dilma Rousseff, continuando con la persecución y encarcelamiento de Lula da Silva para concluir con la instauración del gobierno fascista de Bolsonaro.

El golpe de Estado contra Dilma

El periodista Gleen Greenwald lo explicó de la siguiente manera: “Lo que pasa es sencillísimo. El partido de Dilma Rousseff, el Partido de los Trabajadores, ganó cuatro elecciones presidenciales seguidas… Desde hace mucho tiempo los plutócratas, los ricos de Brasil detestan al PT, pero no han conseguido vencerlo en las urnas. Se han valido pues de la crisis económica y del furor popular para tirar abajo al PT con procedimientos antidemocráticos”.

Dilma Rousseff fue removida de la presidencia en mayo de 2016 mediante juicio político, que si bien está contemplado en la Constitución del Brasil, la causa utilizada de ninguna manera podía ser esgrimida para su destitución.

La excusa para la remoción de la presidenta fue el de haber adjudicado algunas partidas presupuestarias al año siguiente, situación ejecutada por casi todos los gobiernos en ese país, y por administraciones de todo el mundo, o sea la razón no se encontraba entre las causales para promover el impeachment, ni tuvo relación con alguna causa de corrupción.

Sin embargo, todos los días los medios de comunicación batían el parche sobre la corrupción del gobierno de Dilma, lo que provocó que muchos brasileros terminaran creyendo que esa fue el motivo de su destitución, consecuencia de la campaña de difamación instrumentada por esos medios.

La corrupción en Brasil es un problema grave que atraviesa a todos los partidos políticos, sin embargo, los medios le dedicaban gran espacio cuando se trataba del PT, mientras que apenas lo mencionaban cuando los responsables pertenecían a los partidos de derecha que siempre fueron los más salpicados por los hechos de corrupción.

Hubo funcionarios corruptos del PT, pero ni Dilma ni Lula estuvieron implicados en esos hechos, aunque la prensa, jueces y fiscales corruptos se enforzaran por demostrarlo.

La farsa quedó expuesta ni bien comenzó porque quién fue protagonista del juicio contra Dilma fue nada menos que el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha que es uno de los políticos más corruptos de ese país, suspendido unos días antes de la votación contra Dilma y condenado a 15 años de prisión por corrupción, lavado de activos y evasión de impuestos y al cual se le encontraron cuentas en Suiza después de haberlo negado en el Congreso.

Cunha habilitó el juicio contra Dilma cuando el PT se negó a permitir su impunidad, precisamente fue en el gobierno de Dilma donde el Poder Judicial tuvo absoluta libertad para investigar los casos de corrupción.

Mientras que el 60% de los diputados que votaron a favor del juicio político contra Dilma tenían causas pendientes por corrupción, esta paradoja no ha pasado desapercibida para prestigiosos intelectuales como Noam Chomsky que declaró: “Dilma está siendo sometida a juicio político para una banda de ladrones”.

36 de los 65 integrantes de la comisión del impeachment que elaboró un informe favorable a la destitución de Dilma enfrentaban acciones judiciales, 200 de los 367 diputados que votaron a favor de impeachment estaban involucrados en procesos judiciales.

Mientras que el ex ministro y ex diputado Ciro Gomes no dudó en señalar luego de la destitución de Dilma y la asunción de Temer: “entregaron el gobierno al sindicato de los ladrones”.

Otros importantes intelectuales han establecido una relación entre el golpe de Estado que Brasil sufrió en 1964 con este hecho de atropello a la democracia que significó la destitución de Dilma Rousseff, el sociólogo Michael Löwy escribió: “Lo que la tragedia de 1964 y la farsa de 2016 tienen en común es el odio contra la democracia. Los dos episodios revelan el profundo desprecio de las clases dominantes brasileras hacia la democracia y la voluntad popular”.

América Latina ya había sido testigo de hechos similares como los golpes contra Manuel Zelaya en Honduras en 2009 y contra Fernando Lugo en Paraguay en 2012, a eso se suma el golpe contra Evo Morales en Bolivia, y el constante asedio a Venezuela.

No se puede hablar de casualidades y si de causalidades cuando la embajadora de los Estados Unidos en Brasil en el momento de producirse el golpe contra Dilma fue la misma que estaba en Paraguay cuando se produjo el golpe contra Lugo.

En las filtraciones de Wikileaks han quedado expuestas las conexiones entre Temer y la CIA, habiendo sido informador de la embajada de los Estados Unidos y de las autoridades del Comando Sur.

En tanto que Tom Shannon funcionario de Departamento de Estado durante el gobierno de Trump se reunió con el senador Alysio Nunes uno de los promotores del juicio contra Dilma tres días antes que la Cámara votara la destitución de Dilma, como retribución a la ayuda estadounidense la Cámara de Diputados votó la expulsión de Venezuela del Mercosur.

Por lo que no puede considerarse como un hecho aislado sino como una política desarrollada por el gobierno de los Estados Unidos, cuya embajada ha tenido una activa participación en todos estos sucesos, comenzando porque el gobierno siempre es el primero en reconocer al gobierno surgido por el golpe de Estado, como así también sus sirvientes, como fue el caso de Mauricio Macri, en el golpe contra Dilma y Evo.

La remoción de Dilma tuvo en la traición de su vicepresidente Michel Temer un factor decisivo, a poco de comenzar el segundo mandato de Dilma, Temer comenzó a ofrecerse como una garantía al establishment para aplicar el proyecto que este pretendía, a mediados de 2015 Temer lanzó un programa de gobierno neoliberal al que llamó “Un puente hacia el futuro”, consiguiendo el apoyo de los medios de comunicación, empresarios y opositores, en lo que fue un guiño para los sectores golpistas.

Otro cómplice del golpe de estado fue el expresidente Fernando Henrique Cardozo y su partido PSDB Partido de la Social Democracia Brasilera que comenzó a conspirar contra Dilma al otro día del triunfo del PT, escribiendo artículos en la prensa golpista donde no escondía que su intención era la destitución de la presidenta elegida democráticamente, no dudó en hacer uso de los diarios más reaccionarios que habían apoyado el golpe en 1964, incluso no se privó de hacer bromas de mal gusto mostrando sus prejuicios de clase y raciales, completó su decadencia antidemocrática promoviendo todo tipo de medidas antipopulares  a favor del establishment y en contra de la medidas sociales implementadas por el PT desde el 2003.

El Congreso brasilero que votó por la separación de la presidenta está imbuido de una notoria misoginia que no disimulaba su desprecio por Dilma, una institución con escasa participación de las mujeres y donde no están representados los afrodescendientes ni los indígenas.

Los partidos políticos se han convertido en una especie de mercaderes de la política el PMDB Partido del Movimiento Democrático Brasilero, desde 2017 Movimiento Democrático Brasilero, el partido de Michel Temer, estuvo cogobernando con Fernando Henrique Cardozo, en el segundo mandato de Lula y los dos de Dilma, hasta que la desplazaron y se quedaron con la presidencia formando parte de quienes promovieron el golpe de Estado.

El desplazamiento de Dilma permitió que partir del 2016 ese país fuera gobernador por quienes habían perdido la elección dos años antes.

Ni bien fue separada la presidenta democrática, Temer anunció de inmediato medidas de ajuste neoliberal, con privatizaciones y reducción del gasto social, constituyendo un gabinete donde no había mujeres, ni indígenas, ni afrodescendientes, todos blancos y millonarios, varios de ellos acusados por hechos de corrupción.

Otra de las medidas que anunciaron después de la asunción de Temer fue el aumento de la edad de jubilación, recortes en sistema de Salud, el fin del Programa Más Médicos que atendía a 50 millones de pobres y se anunciaron despidos entre los trabajadores del Estado.

Quién dio un espectáculo deplorable cuando se decidió el inicio del juicio político a Dilma, fue el impresentable Jair Bolsonaro que cuando votaba en contra del impeachment el diputado representante del colectivo LGTB Jean Wyllys le gritó “puto”, “culo roto” y “maricón”, Wyllys reaccionó escupiendo al provocador y debió hacer frente a un juzgamiento por pérdida del decoro parlamentario, como si la actuación de Bolsonaro fuera un ejemplo de decoro.

Pero el accionar del provocador no terminó ahí, al votar a favor del juicio político homenajeó a los militares golpistas de 1964 y a Carlos Alberto Brilhante Ustra comandante de la principal unidad represiva de la dictadura que fue el responsable de las torturas a Dilma Rousseff cuando estuvo detenida.

Personalidades de todo el mundo expresaron su oposición al golpe de estado contra Dilma como el Papa Francisco, Noam Chomsky, los premios Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y Rigoberta Menchú.

La directora de cine brasilera Petra Costa realizadora del documental “Al filo de la democracia” nos dice que Brasil es “Una Nación volviendo vertiginosamente a su pasado autoritario.”

Logros y errores del PT

En su segundo mandato Dilma Rousseff cometió el error de designar a un ministro de economía neoliberal, creyendo que con esa decisión obtenía gobernabilidad, pero los tiburones cuando huelen sangre atacan con mayor furor, y esa opción fue tomada como una muestra de debilidad y la derecha fue por todo.

Para eso contaron con los medios de comunicación que ante las dificultades económicas por el ajuste implementado por su ministro de economía no tuvo demasiadas dificultades para movilizar a una clase media fácilmente influenciable, que salió a las calles a pedir la renuncia de Dilma Rousseff, manifestación donde se reclamó sin ningún tipo de prurito el regreso de la dictadura militar que asoló ese país por dos décadas.

Los medios de comunicación de Brasil están manejados por cuatro familias, uno de los más influyentes es el grupo Globo, con un telediario visto por 50 millones de personas, controla 5 diarios, 27 semanarios, una red de televisión que en 1964 apoyó el golpe de Estado y la dictadura y recién reconoció el error 40 años después.

Pero así como llevó a cabo un programa neoliberal en lo económico, Dilma no renunció al sistema de asistencia social implementado en los dos gobiernos de Lula y en su primer mandato, por eso impulsó un programa de atención primaria de la salud que trajo al país a médicos de España, Cuba y otros países de América Latina, y además desarrolló un programa de vivienda digna.

El pecado del PT, que la derecha no perdonó, fue haber sacado de la pobreza a millones de brasileros y permitirles oportunidades que antes les estaban vedadas por una sociedad sumamente desigual, el golpe contra Dilma buscaba establecer el retorno de los empresarios al gobierno para implementar una política claramente neoliberal, desmantelar los planes sociales establecidos durante 20 años de gobierno del PT y a la vez lograr la impunidad de los verdaderos corruptos.

Lula había asumido la presidencia en enero de 2003, era a la cuarta elección a la que se presentaba habiendo sido derrotado en las tres anteriores, su gobierno profundizó la democracia y con una eficacia notable ubicó al país como un referente internacional, se dedicó a producir un cambio de la redistribución de la riqueza, siendo los sectores más humildes una prioridad de su gobierno, reduciendo de manera abrupta el desempleo llegando en diciembre de 2014 a un 4,3%.

Cuando llegó al gobierno, Lula expresó que su sueño era vivir en un país donde la gente comiera tres veces al día, y tras ese sueño fue que adoptó medidas trascendentes, se instauró programa Hambre Cero que incluía la Bolsa de Familia pero además impulsó una política exterior que marcó un cambio significativo dejando de ser el mandadero de los Estados Unidos en la región.

La denominada Bolsa de Familia entregaba unos 30 dólares mensuales a las familias más pobres, se triplicó la cantidad de universitarios afrodescendientes, bajó sustancialmente el desempleo y la economía de Brasil pasó del puesto 13 al 7.

El teólogo y filósofo Leonardo Boff señala que el ascenso del PT al gobierno podía ser calificado como una revolución pacífica, y recalcó que “Las viejas élites oligárquicas nunca aceptaron a un obrero como presidente”.

Un índice elocuente del avance social de los gobiernos del PT fue que 12 años antes del derrocamiento de Dilma había en Brasil tres millones y medio de estudiantes universitarios, en el 2016 esa cifra había ascendido a ocho millones, las elites consideran que la Universidad es un reducto propio y deploran que se vea inundado por sectores con padres humildes integrantes de la clase trabajadora.

Por esto es que la derecha conservadora odia a Lula, ese sector antipopular está conformado por el empresariado, los medios de comunicación y un sector muy poderoso en Brasil como son las iglesias evangélicas, todos estos sectores bregan por un capitalismo salvaje.

Lula concluyó su segundo mandato con un 80% de aprobación, en una de las reuniones de presidentes se lo ve a Obama dándole la mano con admiración a Lula y diciendo: “Este es mi hombre, amo a este tipo” y agregando “El político más popular del planeta”.

Ante esta situación los medios de comunicación y el poder judicial corrupto se abocaron a destruir la buena imagen que tenían Lula asociándolo a hechos de corrupción que con el tiempo se demostraron absolutamente falsos.

El lawfare

Luego de derrocar a Dilma la oligarquía brasileña tenía como principal meta impedir que Lula fuera candidato nuevamente, ahí surge Sergio Moro asociado con fiscales y miembros del Tribunal Superior que hicieron el trabajo sucio que terminó destruyendo la democracia brasilera.

El llamado Lava Jato conducido por el juez Moro tenía como principal objetivo desacreditar a Lula y Dilma, para eso era necesario acusarlos de corrupción sin importar si existían pruebas en su contra, el Poder Judicial era un instrumento más de las clases privilegiadas para impedir gobiernos populares.

El juez Sergio Moro se formó en los Estados Unidos y utilizó un método que luego se copió en el lawfare en la Argentina donde se mostró en fotos junto a Bonadío y Lorenzetti, apoyado por los medios de comunicación detiene a los sospechosos sin juicio y extorsionándolos para que culpen a alguien, mejor si era del PT.

Mientras se llevaba el proceso para derrocar a Dilma, el juez Moro entró en acción con el fin de desplazar del gobierno al PT, pide la detención de Lula para que se presente a declarar a pesar que nunca se había negado a concurrir, el objetivo era desprestigiarlo.

Se acusa a Lula sin prueba alguna de recibir un departamento de regalo como forma de soborno, se monta un espectáculo para que pareciera que Lula era culpable de corrupción, paralelamente se allanó su casa, su oficina y la casa de su hijo, en un show que aquí copiaron los jueces Ercolini y Bonadío asociados a la Corte Suprema.

Igual que acá, Moro dio a conocer a la prensa grabaciones de conversaciones obtenidas de manera ilegal entre Lula y Dilma, la decisión de Lula de ayudar políticamente a Dilma es presentada como que pretendía interferir en la justicia.

Dos semanas después de destituir a Dilma, Lula es acusado de comandar un sistema de corrupción por el procurador Deltan Dallagnol.

Esos cargos sólo intentan disfrazar que no tienen una sola prueba, el mismo Dallagnol desplegaba un razonamiento disparatado: “No vamos a presentar pruebas concluyentes de que Lula es el propietario legal del apartamento porque, precisamente, el hecho de que no figure como propietario del triplex en Guarujá es una forma de ocultar su propiedad”.

Con un argumento que ni a Kafka se le ocurriría permite acusar a cualquiera de cualquier cosa porque prescinde de demostrar la culpabilidad, precisamente porque Lula nunca fue dueño de ese departamento, sólo era una maniobra para evitar su candidatura.

En mayo de 2019 el departamento por el cual Lula fue encarcelado fue puesto en venta por su ¡verdadero dueño!

También fue acusada la esposa de Lula, Marisa, que fallece cuatro meses después, producto de un derrame cerebral, una de las causas que pueden ocasionar un derrame es el stress por lo cual estos canallas pueden ser los responsables de esa muerte.

Lula dijo en la misa en el sepelio de su esposa:  ahora seguramente esté en un "mundo mejor" y no "sufriendo la persecución" que vivió en sus últimos años.

Lula le dice a Moro en la cara que ese juicio es una farsa, y le pregunta sin respuesta alguna dónde están las pruebas, donde la escritura del departamento y cuáles son los delitos de los cuales se lo acusa.

Dos meses después Moro sentencia a Lula a 9 años y medio cuando llega a la Corte Suprema con una celeridad que la justicia no acostumbra la sube a 12 años.

Uno de los principales acusadores de Dilma, Cunha fue detenido y condenado a 15 años por corrupción, en tanto que Temer es denunciado por recibir sobornos que llegan a 12 millones de dólares, pero en este caso el Congreso dice que no se puede estar cambiando de presidente tan seguido y se rechaza el juicio político, apañando la corrupción.

Los mismos que atacaron a Dilma por una cuestión administrativa defendieron a Temer en un escándalo de corrupción, pero además Temer había entregado reservas petroleras a empresas extranjeras, eliminó leyes contra el trabajo esclavo e impuso medidas de austeridad para los pobres.

Aecio Neves, otro de los promotores del golpe de Estado, también recibe acusaciones porque se lo escucha en una grabación recibiendo 625.000 dólares por sobornos, pero se salva porque tiene fueros y es ayudado por los legisladores cómplices.

La Corte Suprema rechaza el pedido de Lula para esperar el fallo definitivo en libertad, en seguida Moro pide su detención.

En Brasil vive el periodista y abogado estadounidense Glenn Greenwald es que uno de los periodistas de investigación más importantes de la actualidad, ganador del premio Pulitzer, fue el elegido por Edward Snowden para hacer pública su filtración sobre el espionaje mundial efectuado por la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos.

Actualmente Greenwald dirige el portal The Intercept donde se publicaron, durante el gobierno de Bolsonaro, documentos sobre chats de Telegram entre el juez que condenó al ex presidente, Sergio Moro, y el fiscal Deltan Dallagnol, que muestra las presiones del juez para que condenaran a Lula aún si no existían pruebas.

En uno de los documentos el fiscal reconocía la inexistencia de pruebas, Dallagnol decía: "Dirán que estamos acusando en base a noticias de un diario e indicios frágiles (...) hasta ahora tengo recelo de la conexión entre Petrobras y el enriquecimiento y también de la historia del departamento (...) son puntos en que tenemos que tener las respuestas ajustadas en la punta de la lengua".

Sin embargo, unos días después el fiscal procesaba a Lula por “intima convicción” que el departamento pertenecía a Lula, no por pruebas, no por una escritura, sino por su “íntima convicción”, en un mamarracho jurídico que sólo podría pasar por la complicidad de los jueces corruptos con el poder económico.

Otra fiscal, identificada como Carol PGR, expresaba: "estoy muy preocupada con una posible vuelta del PT, pero he rezado mucho a Dios para que ilumine a nuestra población para que un milagro nos salve".

La fluida comunicación entre Moro y Dallagnol vulnera la relación juez-fiscal y rompe el principio de imparcialidad. “Es el mayor escándalo de la historia de la Justicia en Brasil”, afirmó el jurista Rafael Valim.

Marco Aurélio de Carvalho, líder del grupo Prerrogativas, que reúne a unos mil juristas, dijo algo similar: “El Supremo tiene una oportunidad única de volver a dar credibilidad al sistema judicial. Se perdió mucho con la politización del Poder Judicial”.

Después de esa explosiva revelación, Greenwald fue amenazado por los partidarios de Bolsonaro quién llamó al periodista “estafador” y también lo amenazó con su detención mientras que algunos integrantes del Congreso solicitaron su deportación.

Hasta ese momento Moro gozaba de una gran popularidad y esta filtración comenzó a poner en evidencia su falta absoluta de moral para dictar justicia con imparcialidad.

Lula fue detenido en abril de 2018 por, supuestamente, haber recibido un apartamento a cambio de hacer favores a una constructora, salió 580 días después, en noviembre del año siguiente, tras un cambio en la interpretación del Tribunal Supremo sobre el encarcelamiento de los condenados en segunda instancia.

En marzo de 2021 en un fallo dividido la segunda sala del Supremo Tribunal Federal (STF) sentenció que el ex juez federal Sergio Moro había sido guiado por su parcialidad y por la busca excluyente de satisfacer objetivos antes por él prefijados al procesar, hacer investigar y condenar al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quién quedó exculpado de los cargos en su contra.

La elección de Bolsonaro

Que un desquiciado como Bolsonaro llegara a la presidencia es una muestra de la rapacidad de la oligarquía brasilera dispuesta a incendiar el país para que no llegara al gobierno un partido popular como el PT y su máximo líder Lula da Silva.

La historia política de Bolsonaro está cargada de los más deleznables hechos y declaraciones que están claramente reñidas con la democracia, si algunas de sus infames expresiones no estuvieran grabadas en videos serían increíbles y la inmensa mayoría de las personas sensatas desconfiarían de la veracidad de esas afirmaciones, pero Bolsonaro fue capaz de decir sobre una mujer que “no la violaría porque no se lo merece”, a declararse a favor de la tortura, o de decir que “los afrodescendientes no sirven ni para procrear”.

Cuando lanza su candidatura apenas si tenía el 8% de adhesiones sus propuestas consistían en armar a los terratenientes para enfrentar cualquier intento de reforma agraria y prometía que todos los que quisieran estar armados podían hacerlo, la misma propuesta que Patricia Bullrich hizo en Argentina.

Su candidatura implicó resurgimiento del militarismo y de las propuestas autoritarias que son posibles porque en Brasil nunca se juzgó las atrocidades cometidas por los dictadores.

El atentado que sufrió durante la campaña electoral sin duda lo ayudó a ganar, mostrándolo como una víctima cuando en realidad era un victimario que apoyaba la represión a los humildes y la demonización de los pobres.

Fue asesorado por el referente de la ultraderecha Steve Bannon que adquirió notoriedad siendo también asesor en la campaña de Trump, aquí en la Argentina colaboró con Cynthia Hotton.

Los medios de comunicación colaboraron con el triunfo de Bolsonaro que también realizó una activa y agresiva campaña en las redes sociales, política que están asumiendo todos los partidos de derecha, invirtiendo mucho dinero para lograr influencia mediante estas herramientas.

Al armar su gabinete designó en el ministerio de Justicia, al carcelero de Lula, el juez Moro que no tuvo ningún empacho moral de aceptar el puesto, mostrando sus ambiciones políticas que contradecían la imparcialidad que debía tener un juez, esta decisión provocó la decepción de muchos de los fiscales que lo acompañaron en su persecución a Lula porque de hecho significaba reconocer que todo lo actuado contra Lula no era más que una farsa jurídica.

Bolsonaro se presentó como candidato del Partido Social Liberal PSL que en su programa asumía una clara defensa del uso de las armas por parte de los civiles, lo que era remarcado por el candidato en cada uno de sus actos, incluso sus hijos se mostraban haciendo una descarada exhibición de armas.

Además asumió una clara defensa de las fuerzas de seguridad incluso cuando actuaban fuera de la legalidad, por lo que promovía que no debía ser punible si un policía en sus funciones cometía algún delito, fomentado lo que nosotros conocemos como “gatillo fácil” y que el macrismo alentó en el que se conoció como el caso Chocobar. Por estos días Bolsonaro felicitó a los policías que asesinaron a 27 personas en una favela.

En su programa electoral Bolsonaro proponía ampliar los delitos considerados como terrorismo, incorporando las incursiones u ocupaciones en propiedades privadas, buscando perseguir e ilegalizar al Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra, institución surgida durante la dictadura militar brasilera para luchar contra los desalojos de los campesinos y la concentración de la tierra en pocas manos.

Como todo grupo de ultraderecha el programa cuestionaba la inmigración diciendo que "Brasil no puede ser un país de fronteras abiertas", prometiendo modificar la legislación en lo relativo a la inmigración.

Como presidente ha demostrado su incapacidad para gobernar, ya sea para hacer frente a la pandemia a la que minimizó llamándola “gripecita” y negándose a tomar medidas restrictivas argumentando que había que mantener activa la economía, pero no logró ni lo uno ni lo otro, en Brasil los muertos por coronavirus superan los 420.000, siendo en segundo país en cantidad de fallecidos, en tanto que la economía se derrumbó como en todo el mundo.

Hizo gala de una irresponsabilidad criminal realizando actos a los que se presentó sin barbijo y sin respetar la distancia social, terminó designando en el ministerio de Salud a un militar, como ocurrió con la mayoría de los cargos de su gobierno que han sido copados por militares.

También mostró un desinterés por el cuidado del Medio Ambiente que provocó un ecocidio que causó gran preocupación en el mundo entero con incendios incontrolados provocados por los terratenientes para deforestar y convertirlos en campos propicios para el cultivo de soja ante la indiferencia del gobierno, cuando le llovieron las críticas por su desidia acusó a las ONG ambientalistas por los incendios.

Bolsonaro redujo en un 95% el presupuesto de acciones destinadas a combatir el cambio climático y, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales llegaron a ser 73 mil los focos de quema registrados a lo largo de 2019.

Otra medida acorde al rumbo neoliberal del gobierno fue la de aumentar la edad jubilatoria, modificar el cálculo de las jubilaciones e incrementar los años de aporte necesarios para poder acceder a la jubilación.

Decía que descuidaba la salud de la población para mejorar la economía, pero en eso también fracasó, en 2020 la reducción del PBI fue del 4% y la tasa de desocupación llegó al 13,5 %, a los que había que sumar otras seis millones de personas que ya dejaron de buscar empleo y que por lo tanto no figuran en las estadísticas.

Pero paralelamente el presidente brasilero asumió una posición de sumisión canina hacia los Estados Unidos, lamiendo la mano del amo Trump al que apoyó incluso en su intento de desconocer el resultado electoral que le impidió su reelección, una muestra más que la derecha es soberbia y violenta con los débiles y sumisa con los poderosos.

Esta desesperante situación del Brasil producto de las decisiones adoptadas por la oligarquía brasilera que empezó con el golpe de Estado contra Dilma Roussef se ha convertido en una lamentable pesadilla para el pueblo de ese gran país, producto del accionar de políticos corruptos, empresarios voraces, un poder judicial que actuó fuera del marco legal  y unos medios de comunicación trasformados en difusores de mentiras para resguardar los interés de una minoría privilegiada.

Recientemente el destacado sociólogo brasilero Emir Sader dijo algo que resume todo lo que señalamos en este artículo: “Brasil solo está experimentando esta catástrofe humanitaria porque la democracia se ha roto. Se vive en Brasil el peor momento mismo de su historia, porque la articulación entre los medios, los grandes empresarios, los partidos de derecha y el Poder Judicial no respetó la reelección de Dilma Rousseff, reelegida por la voluntad expresada democráticamente por el pueblo brasileño en las elecciones de 2014”.

Volver a la Página Principal