El Forjista

Biografía de Mariano Moreno

La Revolución según Mariano Moreno

Capítulo 20 - Las relaciones con Inglaterra

Los capitanes de los barcos ingleses anclados en el Río de la Plata desembarcaron el 26 de mayo, al mando de Fabian quién se ofreció para ser intermediario entre su gobierno y la Junta de Buenos Aires. En el barco de Fabián se envió una comunicación hacia Londres y se trasladó al enviado designado por la Junta, se trataba de Matías Irigoyen que estaba encargado de comunicar la asunción del nuevo gobierno tanto en Inglaterra como en España. El objetivo era obtener la neutralidad del gobierno inglés e interceder ante éste para evitar una invasión portuguesa, por último se buscaba obtener el aprovisionamiento de armamento. La misión a España nunca se concretó.

El 28 de mayo, la Junta tomó contacto con Lord Strangford, el representante inglés en el Brasil, a quién se le comunicó que se desconocía al gobierno de España radicado en el Consejo de Regencia y que se había constituido una Junta que gobernaba en nombre de Fernando VII. Al contestar la misiva, Strangford se preocupó por remarcar dos cuestiones, por un lado le solicitaba al gobierno de Buenos Aires que se abstuviera de tomar contacto con los franceses y por el otro, le requería que continuaran reconociendo a Fernando VII como soberano.

<>El 6 de agosto el Capitán Fabian arribó a Londres y comunicó al primer ministro su opinión sobre la Junta, entendiendo que marchaba hacia la independencia bajo la máscara de Fernando VII. Los patriotas americanos le habían advertido sobre la posibilidad de aceptar la ayuda ofrecida por Napoleón si los inglese no se la brindaban. El gobierno británico temía que los franceses aprovecharan la situación planteada en el Río de la Plata

El 8 de agosto se produjo la entrevista entre el canciller Wellesley y Matías Irigoyen. El ministro se comprometió a ayudar al nuevo gobierno contra Francia y a interceder si alguna potencia intentara tomar medidas contra los revolucionarios americanos, pero se rehusó a vender armas pues la alianza con España se lo impedía, de igual manera comunicaron que les era diplomáticamente imposible reconocer oficialmente a la Junta. Irigoyen utilizó el mismo recurso que anteriormente se había utilizado con Fabian, amenazó con aceptar la alianza con Francia si no se obtenía el apoyo solicitado a Inglaterra.

La intensión de Junta era desarrollar una política independiente que tuviera como aliada a Inglaterra, con el objetivo de impedir la invasión portuguesa, auspiciada desde Montevideo, además evitar un entente entre España y Gran Bretaña, y obtener la provisión de armamento para hacer frente a las fuerzas realistas. Las armas no fueron obtenidas por la vía oficial aunque se logró introducir algunas por la vía del contrabando ante la vista gorda de los ingleses.

La actitud del negociador americano fue totalmente digna, tratando a los británicos en un pie de igualdad y apelando incluso a la amenaza para cumplir con los objetivos definidos por la Junta. No puede afirmarse lo mismo de otros enviados argentinos que posteriormente tuvieron que negociar con los ingleses.

Gran Bretaña miraba con desconfianza el proceso revolucionario iniciado en Buenos Aires a pesar del fluido intercambio diplomático, donde ambos gobiernos mezclaban elogios con advertencias. Desde la óptica de los ingleses no podía ser enteramente confiable un gobierno formado por revolucionarios que desafiaban a España, y hasta tenían osadía de amenazar con efectuar una alianza con Francia si no se complacían sus requerimientos, para colmo de males, algunos comerciantes fueron despojados de sus mercancías y expulsados de Buenos Aires por contrabandistas. ¡ Ni los virreyes los habían tratado tan duramente!.

La firme decisión de la Junta y su enviado lograron neutralizar por un tiempo el accionar de los portugueses, que desde el Brasil miraban con codicia los territorios en donde mandaba la Junta.

En septiembre, Strangford envió a un criollo que estaba a sueldo de los ingleses, se trataba de Manuel Aniceto Padilla que junto a Saturnino Rodríguez Peña habían a ayudado a escapar al general Beresford. Las instrucciones que tenía Padilla eran de no comprometer a Inglaterra en el apoyo a la Junta, a la vez que la debía instar a no declarar la independencia y continuar declarándose leal al rey. También la Junta debía mostrarse pacífica hacia la corte portuguesa y mostrar buena voluntad hacia el comercio inglés.

La Junta recibió a Padilla, Moreno se apresuró a informarle, que lo transmitiera a Strangford, que Francia había ofrecido ayuda y que se la había rechazado. La intención de Moreno era ejercer una nueva presión, pues no había ningún indicio que la Junta pudiera establecer lazos amistosos con Napoleón. Una y otra ver aparecía Francia como advertencia a los británicos para que apoyaran el proyecto americano.<

En agosto, ante los intentos de los agentes de Carlota para coronarla en Buenos Aires, la Junta le advirtió a Strangford que el país prefería ser gobernado por José Bonaparte antes que por la infanta o los portugueses. Las presiones de Buenos Aires tuvieron su resultado pues Strangford se vio obligado a intervenir ante Carlota y los portugueses para disuadirlos de que archivaran sus planes para la región del Plata.

Al producirse el bloqueo del puerto de Buenos Aires por los realistas de Montevideo, el capitán ingles Elliot decidió formar parte de la agresión. La posición asumida por la Junta preocupó a los británicos que se apresuraron a descargar toda la responsabilidad en el capitán. El gobierno revolucionario optó por dar por concluidas las negociaciones con Padilla, quién retornó al Brasil para informar sobre el estado de ánimo de los habitantes y el gobierno de Buenos Aires que mostraban una mayor cuestionamiento hacia la política inglesa para la región.

Los acontecimientos se desarrollaron de tal forma que el 28 de septiembre, Stranford escribió a Wellesley para que apurara la decisión de prometer ayuda a Buenos Aire pues entendía que estaba dispuesta a declarar la independencia “muy probablemente bajo la garantía de Francia”, informaba también que los agentes franceses trabajaban activamente en la ciudad.

La presión política y diplomática de la Junta dio sus frutos, Strangford alarmado por la actitud soberana del gobierno de Buenos Aires debió enviar a un almirante para que los ingleses dejaran de participar en el bloqueo, reemplazó a Elliot a la vez que intimó al príncipe Juan para que no invadiera la zona de influencia de la Junta. De tal manera se ahuyentaba el peligro de una invasión portuguesa y el bloqueo a Buenos Aires continuó exclusivamente a cargo de los españoles con una mayor debilidad.

El gobierno patriota que estaba dando los primeros pasos y era presa de la inexperiencia, a la vez que de la ambición de las mayores potencias mundiales, sorteó indemne las serias dificultades y logró negociar en condiciones de igualdad con Inglaterra, obteniendo incluso importantes avances diplomáticos que afianzaron la soberanía nacional.

La firme decisión de Moreno en la represión de los actos visibles de hostilidad contra la revolución y su posición independiente, no eran del agrado de los británicos. Strangford envió una nota a Buenos Aires el 17 de noviembre donde puntualizaba: “Los últimos procedimientos de la Junta respecto de Liniers y sus compañeros están poco conformes con el espíritu de la moderación que dictó vuestras primeras medidas y ha dado aún a quienes estaban bien dispuestos a vuestro favor, motivo de ponerse en contra... el cambio de ese sistema (excepto en los casos de alguna agresión) ha de haber sido desagradable al Rey mi soberano”.

Una vez reemplazado Moreno, la Junta pareció acceder al pedido de Strangford por lo que envió una nota a Castelli donde le decía que “el sistema ha cambiado”, sin embargo, la carta no llegó a tiempo para salvar a Sanz, Nieto y Córdoba.

Cuando el marino inglés Elliot se unió al bloqueo contra Buenos Aires, Moreno desde La Gaceta, el 20 de septiembre, aprovechó los sucesos para sentar su posición hacia los ingleses. Como acostumbraba, en el escrito elogiaba a los británicos y a los comerciantes de esa nacionalidad radicados en esta ciudad, pero también les advertía sobre cualquier intento de lesionar la soberanía naciente de este pueblo americano

Repartía elogios y amenazas. Comenzaba : “Sorprendidos los habitantes de Buenos Aires con una conducta que nunca debieron esperar de un oficial S.M.B. se resistieron a creer que el capricho, o la predisposición personal, fueses el único agente de aquellas acciones”.

Hacía referencia a que los habitantes de la ciudad descreían de la versión oficial inglesa en el sentido que la actitud correspondía a la iniciativa de Elliot sin mediar una orden superior, pero esta había sido una táctica común en la diplomacia británica que ya había utilizado en las invasiones de 1806 y 1807.

Pero Moreno trataba de equilibrar con otra afirmación de corte contemporizadora hacia los ingleses, no obstante la duda quedaba flotando en todo el escrito sobre la responsabilidad de la corona británica en la agresión a Buenos Aires. A la vez mostraba la contradicción evidente entre las declaraciones de amistad de Strangford y la conducta del marino implicado en el bloqueo.

“La conducta del capitán Elliot es indisculpable ... pero sería una temeridad derivar este procedimiento de otro origen, que del sistema personal que se propuso este oficial desde su arribo a estas regiones. Una adhesión anticipada a Montevideo, y la íntima unión con un comerciante inglés residente en aquél pueblo (y a quién la Junta acaba de arrojar de su territorio) será quizá el principio de una resoluciones que, en la extremada imparcialidad que afectan, infieren un quebranto irreparable al comercio de su nación”.

La aparente contradicción de Moreno no era tal, pues si bien perdonaba a los ingleses en general, no lo hacían con Elliot, a ala vez que los amenazaba con dificultades en el comercio. No era la Junta la que debía preocuparse de un inglés en la agresión, más bien debían ser estos los que debían dar muestras de una amistosa relación sino querían ver limitadas sus posibilidades comerciales, tocando el nervio más sensible de esa nación de mercaderes.

Con respecto a las relaciones con Strangford expresaba: La conducta del ministro de su Majestad Británica, residente en el Brasil, destruye hasta los menores recelos: pues dirigiéndose a la Junta con ofrecimientos expresivos, que indican la más favorable disposición, es imposible que por algún otro órgano del gobierno inglés se hubiesen comunicado órdenes contrarias a la subsistencia de aquellas comunicaciones”.

A renglón seguido informaba sobre la situación por la cuál atravesaba la Gran Bretaña y sus relaciones con América. Hacía referencia a las dificultades del comercio inglés y sus necesidades de realizar negocios con este continente porque se encontraban cerrados los mercados europeos, lo cual la impulsaba a buscar nuevas rutas comerciales. Sobre esta situación se debían montar los revolucionario americanos para obtener beneficios de la situación.

“Por este principio (el espíritu mercantil), la Inglaterra no debe aventurar en la América ninguna empresa avanzada, que concitando contra sí el espíritu público de estas regiones, deje comprometida su unión y franca comunicación de estos pueblos, que tanto interesa a aquella nación”.

Pero no descartaba la posibilidad de una nueva invasión inglesas y se preguntaba: “¿ Cuál sería el resultado de una pretensión tan irritante, como es la ocupación de un punto de nuestro territorio a la sombra de nuestras divisiones?”. Respondía a continuación con una severa advertencia a los ingleses poniendo a los pueblos en alerta ante tal posibilidad: “... la Inglaterra se vería precisada a consumir crecidos fondos en la guarnición y defensa de un punto que el país miraría siempre con celos, y sobre cuya recuperación calcularía perpetuamente; y estos gastos absorbería una gran parte de los productos que por medio de un comercio liberal llegaría a Londres sin mengua alguna: un odio implacable hacia todo inglés, ocuparía el lugar de la tierna amistad con que ahora nos unimos: y calculen los políticos si está en los intereses de la Gran Bretaña excitar el odio y la guerra del único continente que se franquea liberalmente a su amistad y comercio”.

Moreno quería la alianza con los ingleses como la quería la Junta, pero a condición de que estuviera dispuesta a tratar en un pie de igualdad al nuevo gobierno, y siempre y cuando, los beneficios fueran mutuos, de no ser así, les advertía sobre las consecuencias de una conducta agresiva. No descartaba por completo la posibilidad de entrar en guerra con Inglaterra, si nuestra soberanía resultaba mancillada, pero Moreno no quería el enfrentamiento con un país que en ese momento era aliado de España, por lo afirmaba: “Es preciso pues desterrar toda prevención contra los ingleses, y dividir la extraña conducta de un oficial, de los generosos sentimientos que los comerciantes ingleses han acreditado en esta ocasión”.

Entremos ahora en la última parte del documento que estamos comentando, pues es aquí donde Moreno sintetizó con mayor lucidez su doctrina sobre la soberanía nacional, demostrando también que era uno de los pocos de su época que visualizaba el comportamiento imperial de los ingleses.

“Es un deber del gobierno exhortar al pueblo a que deponga cualquier prevención contra los ingleses; pero debe al mismo tiempo recomendar y aplaudir el celo con que se ha manifestado inflamado por esta ocurrencia. Los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos y no debe fiar sino de sí mismos”.

Además de mostrar el estado de ánimos contrario a los ingleses vuelve a ubicar en primer plano al pueblo como principal guardián de la soberanía nacional, que para Moreno no podía ser separada de la libre expresión popular.

Escuchemos al “liberal” Moreno a quién algunos historiadores han tildado injustamente de ser un admirador del capitalismo inglés, por el contrario, lo veremos como un audaz defensor del proteccionismo de los países débiles. Leamos atentamente los que sigue: “ El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse. Recibámoslo enhorabuena, aprendamos las mejoras de la civilización, aceptemos las obras de su industria, y franqueémosle los frutos que la naturaleza nos reparte a manos llenas, pero miremos sus consejos con la mayor reserva, y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas, en medio del embelesamiento que les que les había producido los chiches y abalorios”.

Cuando en nuestro país persisten algunos propagandista del ingreso irrestricto del capital extranjero y de los supuestos beneficios que él distribuye, sería conveniente recordarles aquellas palabras escritas en la Gaceta el 20 de septiembre de 1820. En las escuelas argentinas aún se silencia el Plan de Operaciones y este escrito que estamos repasando, tal vez porque no se considera conveniente que un prócer no haya alertado sobre los peligros del capital foráneo cuando ingresa sin ningún tipo de regulación.

Continuaba Moreno: “Aprendamos de nuestros padres, y que no se escriba de nosotros los que se ha escrito de los habitantes de la antigua España con respecto a los cartagineses que la dominaron:

 

Libre, feliz España, e independiente

Se abrió al cartaginés incautamente:

Viéronse estos traidores

Fingirse amigos, para ser señores;

Y el comercio afectando,

Entrar vendiendo para salir mandando”

Tal vez, el único integrante del partido patriota que avizoraba los peligros de la política inglesa, era Moreno, quién recurrió a este significativo poema para remarcar la peligrosidad de los imperios mercantiles. La alusión a Inglaterra aparece con claridad cuando se hace mención al “fingirse amigos para ser señores”.

El primer triunfo de la historiografía liberal fue distorsionar el pensamiento patriótico y revolucionario de Mariano Moreno, al ocultar todas estas alertas que nos dejó, y que indicaban la peligrosidad de no establecer controles sobre el ingreso de capitales que entraron para vender sus mercancías y se quedaron casi como dueños del país.

Es lamentable que muchos historiadores revisionistas hayan caído en la misma posición de sus adversarios liberales, al coincidir en que Moreno era liberal y fervoroso partidario de las bondades del capital extranjero, cuando objetivamente fue el mayor enemigo que tuvo entre los integrantes de la Primera Junta.

Por la importancia del escrito, vamos a transcribir un largo párrafo de donde surgirá con transparencia, las ideas sustentadas por el este revolucionario, sobre esta cuestión fundamental para la independencia nacional.

“Un filósofo moderno cuyos talentos formarán siempre el asombro de la posteridad, lamentaba el abuso de las luces con que los europeos habían logrado la esclavitud de las otras partes del mundo, y exaltaba su fecunda imaginación por los males que veía venir sobre los hotentotes a la sombra del comercio con que los holandeses iban a provocarles, exclamó ante los hombres de letras, que leen con entusiasmo sus obras:

‘Huid, desdichados hotentotes, huid; sepultaos en vuestros

bosques. Las bestias feroces que los habitan, son menos

terribles que los monstruos cuyo imperio os amenaza. El

tigre podrá quizá despedazaros, pero no os quitaría sino

la vida; aquellos os arrebatará las libertades y la inocencia.

O, si conserváis vuestro valor, tomad vuestros arcos, y

haced caer sobre los extranjeros, que se os acercan, una

lluvia de flechas emponzoñadas. ¡Que no quede de ellos

sino uno sólo para llevar el escarmiento de sus conciudadanos

en la nueva de sus desastres! Pero ¡ah! Vosotros sois

demasiado confiados, y no os empeñáis en conocerlos. Ellos

tienen la dulzura pintada sobre su semblante, su conversación

descubre una afabilidad que os impone; ¿ y cómo os escaparais

de este engaño, cuando es un lazo en que caen ellos mismos?

La verdad parece habitar sobre sus labios; al acercarse a vosotros

Inclinarán la cabeza, pondrán una mano sobre el pecho,

y elevando la otra hacia los cielos, os la ofrecerán con

amistad: su gesto será el de la beneficencia, sus miradas

las de la humanidad, pero la crueldad y la traición habitan

en sus corazones perpetuamente. Ellos dispersarán vuestras

cabañas se apoderarán de vuestros ganados, corromperán

vuestras mujeres y seducirán a vuestras hijas. Si no os

prestáis ciegamente a sus locas opiniones, os sacrificarán

sin piedad, porque creen que no merece vivir el que no piensa

como ellos. Apresuraos, pues, emboscaos, y atravesadles

el pecho cuando se inclinen de un modo pérfido y suplicante.

No os canséis con reclamaciones de justicia, de que se

burlan; vuestras luchas son las únicas que harán respetar

vuestros derechos. Ahora es tiempo, Rielek se aproxima,

no será este quizá tan malo como los que yo pinto, pero

su fingida moderación no será imitada por los que lo sucedan.

Y vosotros crueles europeos, no os irritéis con mi arenga;

ni el hotentote, ni el habitante de los remotos continentes

que os faltan devastar la escucharán. Si mi discurso os

ofende, es porque no sois más humanos que vuestros predecesores,

y, porque veis en el odio que os profeso, el que merecéis

de los demás hombres. ‘

Con mucha inteligencia reproducía párrafos donde quedaban retratadas las acciones imperiales de las potencias europeas. Claramente surgían la identificación de la América con aquellas naciones distantes que debían sufrir una opresión similar a la que combatían nuestros patriotas. Moreno como ningún otro en aquél 1810, publicitó y alertó sobre las consecuencias devastadoras de una confianza excesiva en las negociaciones con los extranjeros y con los inglese en particular.

Neutralizando a Inglaterra y sus socios portugueses en el Brasil, la guerra quedaba focalizada contra el Imperio Español, restándole posibilidades de obtener aliados poderosos al enemigo.

La política implementada por Moreno le muestran como un lúcido y cabal defensor de la soberanía americana, los ingleses se vieron obligados a actuar con sumo cuidado pues corrían el riesgo de perder posibilidades de comerciar con América, esta necesidad fue manejada magistralmente por los hombres más combativos de la Junta. El ánimo del pueblo de y el de la Junta estaba sumamente sensibilizado ante cualquier maniobra inglesa.

El interés de Inglaterra era el de frenar el inicial empuje revolucionario del morenismo, miraban con mayor simpatía la moderación de Saavedra y no el incontrolado espíritu trasformador que anidaba en los partidarios de Moreno, La profundización de la revolución significaba que ningún factor extranjero pudiera ejercer presión sobre los nuevos gobernantes, de ahí las permanentes insinuaciones de Strangford a no declarar la independencia y mantener la máscara de Fernando VII.

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